Una madre que no tuvo
por miedo y por cansancio
desde hace cientos de años
una quimera de pasamanos
es su certeza de imaginarla
Moradores escenográficos
habitan en su soledad rústica
atrapada en el hueco
de una larga escalera
su infancia peregrina ártica
Él reparte las cartas
con la vista fija y triste
en un horizonte clavado
como un poste en la ruta
hasta que el cuerpo
un día le diga basta
El pobre Frank se desangra
nunca fue malo ni sintió
necesidad de matar alguna
espectador de otras vidas
daría todo por saber morir
como lo hacen todas ellas
Seguir siendo es su renuncia
para poder estar algo en paz
en el desierto inconsolado
de su deforme vida viuda.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Dejá tu opinión